“Hebe es la reivindicación de los sectores populares y del poner el cuerpo para hacer política”

A tres años de la muerte de la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Gorini publicó una biografía en la que recupera su legado.

SociedadEl viernesOtrasVocesOtrasVoces
descarga (2)

Hacia finales de la dictadura, Ulises Gorini recibió un encargo de su editor: tenía que conseguir un reportaje con Hebe de Bonafini, presidenta de las Madres de Plaza de Mayo. Lo que intuyó que sería una tarea muy difícil por la relevancia mundial que ella tenía en su momento, adquirió una facilidad sorprendente. Gorini llamó a la Casa de las Madres, atendió la propia Hebe y le dijo que fuera, que lo esperaba para la entrevista. En un taxi, preparó las preguntas y así fue cómo la conoció. En 1987, se dispuso a hacer una tarea académica de reconstrucción y análisis de la historia del movimiento. Más de 40 años después de ese primer encuentro, Gorini –periodista y abogado– publicó Hebe: la biografía (Marea).

“Fue impactante entrar por primera vez a la Casa de las Madres. Desde el punto de vista de un militante de izquierda –que habíamos sufrido una derrota fenomenal–, yo las empecé a ver como una orientación dentro de esa desorientación que teníamos”, cuenta mientras charla con Página/12 en su oficina de la calle Montevideo, donde está alojada la redacción de la revista Acción que dirige.

--Usted marca el carácter excepcional de lo que hacen Hebe y las otras Madres de Plaza de Mayo...

-- Una ínfima minoría de las madres de desaparecidos son las que se constituyen en Madres de Plaza de Mayo o se inscriben en otros grupos como Familiares o la APDH. Ahí te preguntás cómo funcionó la maternidad en esos casos: ¿Eran madres que querían menos a sus hijos? No, no se trataba de amor. La maternidad no funcionaba en todos los casos de la misma manera. Cito siempre a un capellán castrense del regimiento de San Luis, que decía que no se imaginaba a la Virgen María gritando en la Plaza de Mayo. Se podía llorar al pie de la cruz pero nunca llorar en la Plaza de Mayo.

-- ¿Por qué sostiene que, en algún momento, Hebe encarna la esperanza del proyecto revolucionario?

-- La singularidad del movimiento de Madres de Plaza de Mayo tiene que ver con la aplicación del arma de la desaparición forzada de personas y las complicidades en torno al terrorismo de Estado. Un tercer elemento fundamental es la derrota de la izquierda. El grado de derrota de la izquierda revolucionaria era tal que le impedía incluso defender a sus militantes. Se genera una organización sin esos nexos políticos. Hebe llega a comprender eso. Tiene un momento en el que trata de recuperar los relatos de sus hijos. Es un proceso de recuperación de esos ideales que hacen otras Madres también, como María del Rosario Cerruti o Nora Cortiñas. Había otras Madres que habían coincidido con sus hijos desde antes, pero eran una minoría. La novedad es este grupo que, sin haber tenido militancia política, empieza a hacer un proceso de acercamiento con esos ideales. Por diversos motivos, Hebe comienza un proceso de radicalización cada vez más profundo. En medio de un cambio mundial, a partir de la caída del Muro de Berlín, que no parece ir a favor de la izquierda, ella va profundizando su giro a la izquierda —no como una teórica sino como una política: reivindicando la idea de socialismo. Es algo que nunca va a abandonar. Cuando se acerca al kirchnerismo —que es un movimiento de capitalismo nacional—, ella no elimina su bandera, sí la desplaza a un segundo plano.

--En su opinión, era una adhesión política y no ideológica...

--Ella misma lo manifiesta. Ella sigue adhiriendo al socialismo. Su coincidencia es política: comprende la coyuntura, piensa que es tácticamente necesario apoyar este proceso. En el libro relato las conversaciones que tiene con Fidel Castro y Hugo Chávez.

--¿Cómo coexistían Kika y Hebe: una que añoraba los años felices y la otra que era un símbolo mundial de la resistencia a las dictaduras o el neoliberalismo?

--Me emociona elaborar una respuesta porque me mete en el drama profundo de Hebe, que fui entendiendo más hacia el final de su vida. En un momento, me dice: “Yo, a veces, pienso en Kika y la veo tan lejana, pero la quiero tanto”. Otra vez me dice: “Kika se terminó cuando desapareció Jorge”. Jorge es su primer hijo desaparecido. En otro momento, me dice: “Siempre llevo a Kika adentro”. Hebe mantiene una tensión permanente entre Kika y Hebe, sobre todo cuando dice: “Nunca fui más feliz que cuando fui Kika”.

--Hay un momento nítido en el que ella se presenta como Hebe de Bonafini, que es cuando irrumpe en la Comisaría 5ª porque un sobreviviente le dice que su hijo Jorge estaba ahí detenido...

--Es un momento de dolor tan profundo que creo que esa fue una fragua impresionante de la vida de Hebe.

--¿La permanencia de Hebe en la Plaza se explica porque su hijo Raúl (el segundo en ser desaparecido) le decía que tenía que seguir?

-- Sí, yo creo que se le suman cosas: las primeras Madres, su propia experiencia. Para un primer paso, fue decisiva esa conversación con Raúl que le dice: “Sí, mamá, tenés que ir”. Ahí hay un primer elemento de estos diálogos con sus hijos que ella va a transformar en un diálogo de la memoria: ¿Qué me dicen mis hijos, cómo me lo decían, qué pensarán de esto? Esa conversación, que fue una de las últimas que ella tuvo con Raúl en vida, fue decisiva para dar ese paso porque Toto, su marido, dudaba por los riesgos que podía implicar. En cambio, Raúl le muestra mucha firmeza en esa idea de hacer pública la denuncia.

--¿Cuánto juegan estas formas plebeyas de Hebe en su construcción como dirigente?

--Fueron fundamentales. A veces escucho que definen a Hebe como políticamente incorrecta, pero no se trata de eso. Hebe legitima formas populares que la tradición política ilustrada no admite y que, al no admitirlas, lo que hace es silenciar a esos sectores populares que no tienen otra forma de expresión. Tiene un proceso complejo porque era lo que ella aprendió en El Dique, lo que ella definió como su esencia. Sin embargo, esa condición popular fue incluso un problema dentro de las Madres, que le decían que, por ejemplo, ella no era apropiada para hablar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos cuando vino a investigar lo que estaba pasando. Y ella ahí se planta y dice: “Yo voy a hablar”. Incluso, en el ’85, cuando publica sus memorias, ella adopta poses ilustradas. En un momento, vuelve a cambiar y dice: “No, yo tengo que seguir legitimando lo que soy porque, si no, es acallar las voces de esos sectores”. Es una reacción plebeya. Los que insultan, como los Milei, son los que juegan a estar fuera de la política y ser políticamente incorrectos: eso no es Hebe.

-- En el libro, aparecen tres momentos en los que Hebe reconoce haberse equivocado: con la caracterización de Néstor Kirchner, Jorge Bergoglio y Sergio Schoklender...

--Hebe era muy autorreflexiva. Ella decía que no se arrepentía de nada porque arrepentirse no servía. Pero no hay que confundir el no arrepentirse con el no retractarse de errores que creyó que había cometido. Es una dirigente política que juega permanentemente en la cancha grande, se equivoca, a veces lo admite, cambia rumbos. Ella dice que Kirchner es la misma mierda que los anteriores y se rectifica delante del propio Kirchner, a partir de conversaciones con Hugo Chávez y Fidel Castro. Lo repiensa no solo en un momento del país sino regional. Es clave para pensar hoy la política: no se puede pensar en términos puramente nacionales —e incluso no solamente regionales— porque estamos viendo que esta avanzada de la ultraderecha internacional no se puede enfrentar desde un proyecto puramente nacional limitado.

--¿Por qué el libro en este momento, qué le está queriendo decir a la política sobre el legado de Hebe?

--Hay muchas razones. Una es el tiempo que tardé en escribir (se ríe). A la vez, pienso que es un tiempo muy oportuno. Ella, en sus últimos años, en sus críticas a la gestión de Alberto Fernández, detecta las debilidades de ese proyecto, que iban a dar paso a lo que hoy vemos: que es la ultraderecha en el poder, el fascismo o el neofascismo, esta discusión no acabada sobre la naturaleza de lo que es. Cuando señala la subsistencia de la pobreza o cuando ve que después de dos ladridos se retiran de la nacionalización de Vicentin, ve ahí la posibilidad de abrirle paso a la ultraderecha. Si se abrió camino la ultraderecha no fue solo por las virtudes y méritos propios, sino por las debilidades del campo popular de gestar un proyecto alternativo. En las críticas de Hebe están las pistas de lo que debe ser una alternativa popular: en su no abandono de la idea del socialismo, en su crítica a la pobreza, en su crítica al sistema capitalista en su profundidad. Hebe tiene esa vigencia, y la vigencia de poner el cuerpo en la política.