“La libertad no es tener cuatro laburos para poder comer””
En los 90s fundó el gremio de cadetes y ahora trabaja de rider. La historia del militante de DDHH que lucha por formalizar al sector.
Politica01 de diciembre de 2025
OtrasVoces
Gabriel Salomón, de 50 años, es un militante popular que inició su recorrido a fines de los años noventa. Junto a Mariano Robles, siendo parte de la agrupación HIJOS, fundó SIMECA, el Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes, recordado por su activa participación en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Aquella irrupción pública marcó a un gremio que nació para enfrentar una actividad sin regulación, altamente precarizada y expuesta a riesgos cotidianos que hasta hoy siguen sin resolverse. Hace un año, debió volver a la actividad, esta vez, bajo el formato de rider de aplicaciones de pedidos.
En diálogo con Página/12, denunció la precarización laboral del sector, los riesgos de la actividad y ahondó en las diferencias entre los noventa y la actualidad, los mitos sobre las ganancias en las plataformas, la pérdida de solidaridad entre trabajadores y la urgencia de una regulación estatal que reconozca derechos básicos para quienes hoy sostienen la economía del delivery.
—¿Cómo surge SIMECA?
—Bueno, Simeca surge de una necesidad concreta de nuestro sector. La actividad de mensajeros y cadetes empezó en los 90 a tomar fuerza y continúa hasta hoy. En ese momento no estaba regulada y hoy, décadas después, sigue sin estarlo, a pesar del paso de varios gobiernos. El sindicato se crea por esa necesidad concreta de tener formalidad laboral; concretamente, y particularmente, te puedo decir un montón de cosas, digamos.
—¿Cómo accionaba el sindicato?
—Los proyectos eran todos tendientes a mejorar la calidad laboral y a formalizar la actividad. Tanto en los 90 como hoy, el mensajero en moto o en bicicleta no tiene ninguna cobertura de obra social y paga para trabajar, porque tener un monotributo te da un marco legal, pero sos vos quien está pagando para ejercer una actividad laboral. Es la precariedad total, y además es un trabajo de altísimo riesgo. El mensajero que circula por las calles de Buenos Aires, del AMBA o de cualquier ciudad grande del país está corriendo un alto riesgo, y es palpable, visible y cotidiano. Entonces, todos los proyectos y objetivos que tenía SIMECA en los 90 eran tendientes a resolver esos problemas. El primer gran logro de SIMECA fue el corte de la autopista 25 de Mayo, con más de 500 motos, donde se consiguió un diferencial en el precio del peaje.
—En los noventa fuiste motomensajero y ahora volviste a la actividad bajo el formato de rider de aplicaciones. ¿Continuaste ocupando un rol en el sindicato? ¿Cuál fue el motivo por el que volviste a hacerlo?
—Yo empecé a trabajar de motomensajero en el año 94 y en 2004 dejé de trabajar para el gremio. Hoy me pregunto si fue un error haber renunciado a mi cargo en el sindicato. Yo era secretario gremial, pero me parecía poco ético continuar con un cargo si no trabajaba en el gremio. Hace un año volví a subirme a la moto para compensar económicamente mi salario. El sueldo de mi trabajo formal no me alcanzaba y, bueno, la posibilidad que te dan las aplicaciones nuevas es que podés generar un ingreso en los momentos donde no estás en tu trabajo formal o haciendo otra actividad.
—Teniendo en cuenta tu pasado militante, ¿cómo fue ese proceso de decidir sumarte a una empresa que no cumple con ninguna obligación laboral?
—Tengo una anécdota que refleja ese dilema. El día que fui a buscar la mochila y la ropa —que te la cobran, te la van descontando de tus ganancias— me acuerdo que armé la mochila, la puse atrás en la moto, saqué una foto y se la mandé a mi compañera. Le dije: “Bueno, acabo de dejar mis convicciones en el asiento de atrás de la moto”. Nuestro objetivo en el sindicato era formalizar la actividad, no que fuera algo tan informal y tan precarizado para los trabajadores y las trabajadoras como lo es ahora.
—¿Qué te llevó a volver a hacer mensajería?
—La necesidad económica. El sueldo no alcanza. La posibilidad que te dan las aplicaciones es que podés activarte en los momentos donde no estás en tu trabajo formal. Pero es tan precarizado y es tan poco el dinero que se gana que terminás cambiando el dinero por tu salud y tus bienes. Tanto en los 90 como ahora, ponés tu moto, el desgaste de la moto, las cubiertas, el combustible, el aceite, el riesgo de choque, tu cuerpo, tu salud, tu estrés: ponés todo. Y lo que recibís económicamente es mínimo. Eso no cambió.
—¿Qué diferencias hay en el rubro entre la realidad de los 90 y la actual?
—En los 90 tenías seres humanos con quien hablar. Tenías a tu jefe, que había puesto una agencia de motos en el garaje de su casa, le había ido bien y tenía una empresita. Era el intermediario entre el cliente y el motomensajero. Era una persona real detrás de un teléfono o una computadora. Las cosas estaban claras: si ibas a un banco y te demorabas más de media hora, se pagaba un plus por la espera. Había un porcentaje estipulado si llovía.
—Está el mito de que se puede ganar buena plata trabajando con aplicaciones. ¿Eso es real? ¿Cuánto tiempo hay que trabajar para lograrlo?
—Eso es una falacia. Trabajando en condiciones normales es imposible. Conozco casos de personas que vienen del interior de la provincia de Buenos Aires, trabajan 10, 12, 14 horas. Para no volver a su localidad duermen en plazas al lado de la moto. Cargan el teléfono en una estación de servicio y al otro día arrancan otra vez. Hacen eso dos o tres veces por semana para que les rinda.
—¿Cómo funciona la aplicación? ¿Vos ves la plata que vas a ganar por cada pedido?
—Cuando activás la aplicación te da zonas y franjas horarias —en la Ciudad de Buenos Aires— que no superan las cuatro horas. Vos decís: “Bueno, cuatro horas”. Pero desde que prendés la aplicación hasta que termina ese turno, no parás de laburar. Si la pausás o denegás un pedido, te castigan.
—¿Y cuando llega un pedido ves la plata que vas a ganar?
—No, nunca queda claro. Al final del día ves la cuenta final y siempre te decepcionás, porque no sabés a qué corresponde. No hay nadie que te explique la liquidación. La recomendación es dejar la propina en efectivo. No está muy claro, pero hay muchos comentarios de que la aplicación se queda con una parte.
—En épocas donde el individualismo prima, ¿cómo ves la solidaridad entre compañeros y con el cliente?
—Hay personas que te piden compras enormes: tres packs de gaseosa, por ejemplo. Explicame cómo hace un pibe o una piba para soportar eso en la espalda. Es imposible.





