La corrupción de Milei esconde dos trampas: una discursiva y la otra política
Las tendencias de búsquedas en internet en general y en las redes en particular ponen la palabra corrupción al tope de las conversaciones. Y no es una buena noticia para el Gobierno de Javier Milei. Pero detrás de la seguidilla de acusaciones, no debiera dejar de verse el fondo de la crisis con una perspectiva popular.
PoliticaEl lunes

La corrupción es considerada como un “flagelo” que socava los cimientos de cualquier sociedad, y fue presentada siempre como una constante preocupación en la historia argentina. En 1993, cuando ya se llevaban 10 años de democracia con esa idea de consolidación y estabilidad económica de la mano del Plan de Convertibilidad, Mariano Grondona publicó su libro «La Corrupción», una obra que se propuso analizar este fenómeno como el «tercer desafío» fundamental para el país.
Los otros dos, planteaba quien por entonces estaba en pleno éxito de su carrera solista, eran el “respeto a las instituciones” y el “rechazo al populismo económico”.
Nada más vigente pero por la negativa, si se considera el rol del Gobierno de Milei con relación al Congreso, por eso del respeto a las instituciones y el factor corrupción, en la peor semana del oficialismo, cuando a dos semanas de las trascendentales elecciones provinciales bonaerenses, el impacto de las denuncias vuelve a tocar directamente al binomio de hermanos que maneja la gestión.
Desde los memes a la propia acción del Poder Judicial, nos llega rápidamente la noticia de saber que Javier y Karina de que son parte de la casta, con el combo cometeril en el centro de la escena.
¿Es el de Milei un gobierno con corrupción?
Argentina está, otra vez, inmersa en un debate intenso sobre la corrupción, con escándalos que copan los titulares y una percepción ciudadana que la ubica entre las principales preocupaciones nacionales.
La incógnita, en términos electorales por ejemplo, es si eso cala hondo a la hora de votar. Algo similar al impacto destructivo de las políticas de ajuste, que para muchas personas implican matizar su propio deterioro de la calidad de vida con la “caída de la inflación”. La idea que se suele repetir de aceptar que “compra menos que antes, pero al menos los precios no aumentan”.
Algo así como la vidriera de un negocio al que no podemos entrar aunque esté lleno de ofertas.
¿Qué cambió en la lucha contra la corrupción en Argentina? Es algo que claramanente no puede esperarse desde el mismo mecanismo de gestión de Gobierno (algo temporal que no tiene que ver con los factores reales de poder). En todo caso, siempre es necesario sumergirse en la profundidad de análisis del sistema en su integralidad.
En su obra de 1993, Mariano Grondona desglosó la corrupción desde múltiples ángulos, ofreciendo un diagnóstico profundo que, en muchos aspectos, sigue resonando hoy. Para él, la corrupción no era un mero desvío individual, sino un síntoma de una patología más profunda en el cuerpo social y político. Su análisis se articulaba en torno a varios ejes fundamentales:
Primero, Grondona conceptualizaba la corrupción como una «desnaturalización», un desvío de algo de su fin natural. Así, un «acto corrupto» era la perversión de un conflicto de intereses, donde el interés privado se anteponía al público.
Pero, para Grondona, más grave aún era el «estado de corrupción», una situación sistémica donde los actos corruptos se volvían habituales, desvirtuando la finalidad misma del Estado, que es servir al bien común. En este sentido, la corrupción en el sector público era, para Grondona, de una gravedad superlativa, pues ponía en jaque la capacidad de control y sanción de la propia institucionalidad.
La importancia de establecer un debate con esas ideas es ver, con el paso de los años cuáles fueron las consecuencias de esas posturas republicanas, sin dejar de tener presente la propia figura de Grondona, autor de una proclama golpista cuando era un joven intelectual a comienzos de la década de 1960.
Por un lado, el discurso del “honestimo” llevó a la lógica de la Alianza UCR-Frepaso, que enfrentó al menemismo poniendo como eje continuar la Convertibilidad pero «sin corrupción». Sabemos cómo terminó esa experiencia en 2001.
Por otra parte, en homenaje al propio Grondona, abogado y profesor universitario de indiscutible estilo y elegancia, es importante acudir al latín para entender la raíz etimológica de la palabra corrupción.
Proviene del latín corruptio, que representa la «acción y efecto de corromper» y se compone del prefijo con- (junto), la raíz del verbo rumpere (romper, quebrar) y el sufijo -tio (acción y efecto). Es la idea de romper o quebrar algo para alterarlo o descomponerlo. En palabras del propio Milei, el basamento conceptual de su autopecerpción del “topo que viene a destruir el Estado desde adentro”.
Además, en términos políticos, es la búsqueda de desprestigiar lo público y bajar el precio de lo estatal para quedárselo, porque los que vienen del sector privado son “eficientes y honestos”.
Para desmontar esa falsa dicotomía entre público y privado basta recordar que en la normativa nacional no existe el delito de corrupción y que corresponde usar la figura de cohecho, que implica una acción pasiva (el privado que da algo para conseguir más), y el funcionario público que recibe, para otorgar algo que el privado quiere.
Caminos para enfrentar la «corrupción»
Nadie quiere corromper lo público, porque dejaría de tener sentido el negocio sin el Estado. Para ponerlo en el plano de lo ocurrido en torno a lo que está detrás de las filtraciones de Diego Spagnuolo, los laboratorios privados no quieren destruir ni quebrar al Estado, lo quieren dócil y solícito para atender sus intereses, aunque eso implique aceitar el mecanismo con sobres con dólares para ablandar al funcionario de turno.
Una opción es tener laboratorios públicos, para lo que la Argentina tienen todas las capacidades necesarias. De ese modo se evitarían estas cuestiones, se bajaría sustancialmente el precio de los medicamentos y se haría eficiente la inversión que el país hizo durante generaciones en la formación de técnicos y profesionales.
Para que algo no pueda ser corrompido tiene que ser fuerte y la política, alineada con la idea y práctica de desarrollo y soberanía es la mejor garantía.
Ese es el desafío de la Argentina, de ahora y de siempre. Aunque enfrente estén topos de buenos modales como Mariano Grondona o algunos personajes cargados de una mayor rusticidad, como el presidente Javier Milei.









